sábado, 19 de marzo de 2011

Filosofando.




Cuantas veces pensé que ya nada cambiaria. Que la cadencia sería como un torno sin fin hasta que el tiempo dado habría acabado; y aún así, la cadencia seria la misma, pero con un protagonista menos. Nada cambia; el cielo arriba, la tierra abajo. Andando derecho por el camino y siempre hacia arriba. Siempre hacia el cielo, como meta máxima que a medida que avanzas te das cuenta que es inalcanzable. Siempre igual. Pero suele suceder algunas veces que, por la razón que sea, hay algo en el camino con lo que tropezamos; a veces te caes, miras, te levantas y sigues; pero otras veces, las menos, te quedas mirando que te hizo tropezar y en ese momento de shock ya no sabes si estas arriba o estas abajo. La luz aparece y desaparece y no es que el sol se haya perdido, o que gane la obscuridad. No, no es ningún fenómeno apocalíptico; es que simplemente nos damos cuenta que las cosas pueden ser distintas; que el camino también puede ser recto y que hay cuestas abajo que son divertidas. Comprendemos que de la mano no siempre llevamos lo que queremos. O no lo comprendemos porque todo es como nuevo. De manera rápida sentimos experiencias distintas, aunque el entorno y las personas son las mismas. Nos preguntamos qué ha pasado y no hay respuesta. No hay razón. Solo está el mar, que no sé si canta o grita. Y nos vamos dando cuenta de que todo es sencillo, es fácil: como lo es el aire acariciando, o como lo es la lluvia cayendo. Tan fácil como el mañana, que no sabemos si vendrá. Sencillo.
Como veréis es muy sencillo. Como este poema que espero os guste.

Ya seca, por su momento y tiempo, la imaginación
surgió, allá al fondo de todo, cerca de la obscuridad, el mar.
Ayer, un ayer tan distante que ni me acuerdo, sonaba lejano.
Hoy él, como futuro recuerdo, cena conmigo.
Ambos, los dos, en actitud de parsimonia, callados.
El uno frente al otro y con el otro,
gritando, conteniéndo él su silencio, fuera.
Gritando, desesperado, yo el mío, dentro.
Sigue seca, muy seca, la imaginación.

Y para dar musicalidad y un toque más romántico nada mejor que uno de los mejores cantautores que ha dado y dará nuestro país. Luis Eduardo Aute, aquel que a mí me gustaría ser de mayor. Hoy os dejo una de sus mejores canciones, para mi gusto, su título: “Las Cuatro y Diez”. Disfrutarla con mis rosas y mi vino, que ya son vuestros. Besos y abrazos.

4 comentarios:

Mayte dijo...

Eso mismo me decía mi Padre, "nada cambia". Una reflexión muy espcial la de hoy querido Meigo.

Besiño.s

JUAN PAN GARCÍA dijo...

"La luz aparece y desaparece y no es que el sol se haya perdido, o que gane la obscuridad. No, no es ningún fenómeno apocalíptico; es que simplemente nos damos cuenta que las cosas pueden ser distintas; que el camino también puede ser recto y que hay cuestas abajo que son divertidas. Comprendemos que de la mano no siempre llevamos lo que queremos. O no lo comprendemos porque todo es como nuevo. De manera rápida sentimos experiencias distintas, aunque el entorno y las personas son las mismas. Nos preguntamos qué ha pasado y no hay respuesta."

Bonita reflexión, ya tengo algo en qué pensar hoy.
Me ha gustado mucho tu entrada hoy; ya tardabas en salir a la calle.
saludos

Calma en días de tormenta (Darilea) dijo...

Hola Meigo, menuda entrada escuchando a Aute, recuerdo una canción que nos gusta a ambos "Dos o tres segundo de ternura" la vida nos cambía y cambiamos con ella, pero los amigos aunque se alejen estan, tú sabes que sí.
Como dice la canción... estoy pasando un bache, un revés, un agujero, un no sé qué me ocurre, que ni yo mismo me entiendo, no me apetece nada...
Aunque sí de algo estoy segura es de mantener nuestra amistad.
Un beso

Marina-Emer dijo...

Con todo mi cariño muchas gracias por dejarme entrar de nuevo a tu pequeño espacio
es un placer volver encontre tu enlace y aqui estoy
tu blog lo
recuerdo con el corazón
Recibe mi abrazo
Feliz semana
Besos
Marina