jueves, 9 de septiembre de 2010

Hasta otra, amigo verano.


Parece que el verano ya nos quiere dejar, pero nosotros, que somos educados, lo dejamos marchar no sin pena, pero le prometemos invitarlo a nuestras vidas el año que viene. Lo esperaremos con ilusión. El otoño, que viene pisándole los pies, es otra cosa, tiene otro color y otro olor; pero también trae una especie de recogida espiritual y, cómo no, un volver de recuerdos (comenzaba el curso, ropa nueva, buscar piso, nuevos compañeros, un beso perdido en la despedida de los amores festiveros veraniegos) que tiene su aquello. Hablando de aquellos mis veranos mozos he de deciros que eran muy distintos a los de hoy. Y no me refiero a lo climatológico, si no a como los disfrutábamos y como los vivíamos. Las fiestas populares, “la Patrona”, era la única posibilidad de bailar hasta altas horas de la noche y los únicos días en que a las chicas las dejaban llegar más tarde, eso sí, había que tener cuidado con “la carabina”. Esos besos robados en una fiesta de la Patrona, sabían a algo más que gloria y a amor de verano. La vuelta a casa en el autobús, o dormir en una cosa que llamábamos tienda de campaña que al amanecer dejaba entrar, como buena anfitriona, toda la luz del mundo llena de helada (o sea que no dormíamos). Pero ya hablaremos de esos veranos largo y tendido.
Bien que como siempre me pierdo. Mi intención hoy era dejaros solo un poema. Normalmente dejo aquí poemas cortos, tankas, haikus o cosas muy cortitas para queno tengáis que leer mucho. Hoy voy a dejaros uno más larguito que también los hay en mi viña, que por esto pretendía no escribir más cosas en aras de la brevedad . Espero que os guste.

Abrazado a ti en mi penumbra, sentado
en el sillón del silencio de la abstracción.
Me dejo llevar hacia donde no quiero llegar.
Son los íntimos y dulces momentos
de las siempre eternas despedidas.
Aquellas que quedan de si mismas marginadas,
despreocupadas, en la puerta de salida
por la que los recuerdos inician el obscuro
y sinuoso camino, sin retorno, del olvido.

Suena, en los últimos momentos
como tintineo de campana salvadora,
la antigua inocencia. Aquella
que siempre, al crecer, menospreciamos.
La que grita desde el más lejano interior,
allá en el fondo de nosotros, atrás de todo,
(y en mí, aún mucho mas atrás),
con la fuerza de los aires de la niñez, en la madurez
añorada (me acuerdo del campo oliendo a campo).

Es la voz suave y tímida, disfrazada del especial
miedo a ser escuchado por los lejanos mayores,
y que los distantes (suficientes ellos) ascendentes,
no escuchaban porque no atendían voces
que no fuesen las suyas, sin más motivo
-¿para qué otro?- que no escuchar.
Suena y se despierta, de pronto, el tiempo.
(Me acuerdo de los juegos, abrazado a mi penumbra,
abrazado a ti, dejándome llevar donde llegar no quiero).



Bueno, bueno, bueno.. pues a poner algo de música. Hoy, dude entre algunas joyas, pero al final me decanté por la versión que hacen Celtas Cortos, en su último trabajo, de la mítica Fisherman’s Blues. Escucharla con calma. Por cierto mirar mientras la foto. Esa puesta de sol es en Doniños, mi playa favorita. Disfrutar la vida, con rosas y algo de vino tinto y la esperanza de un nuevo veranos. Besos y abrazos.

2 comentarios:

Calma en días de tormenta (Darilea) dijo...

Suena, en los últimos momentos
como tintineo de campana salvadora,
la antigua inocencia.
Recuperar la esencia de la vida,
en momentos en los que la incertidumbre nos embarga.
Besos Carlos,como ya te dije ese trocito me encanta.

Chela dijo...

¡Hola Meigo!

Hacia tiempo que no te visitaba (este año me permití un largo veraneo de res meses con muy poco o casi nulo ordenador)y me gusta el nuevo "look" de tu blog. El encabezamiento está muy acorde con el ambiente druida. El otro iba muy bien a tu faceta de poeta.

De Doniños, que decirte.Creo que en una ocasión te comenté que fué la playa de mi infancia cuando solo la frecuentaban un par de familias. Entonces habia que hacer 11 kilómetros a pie.Yo solia ir en lancha hasta la Cabana y luego monte arriba hasta el cruce con la carretera de San Jorge (por La Gabeira y EL Gallo)y luego elegir un lado u otro de la carretera, elegiamos la de la derecha porque aunque había más pendiente para bajar a la playa luego compensaba porque esa zona era de mar más calmo y seguro.¡Hace casí cincuenta años que no he vuelto a pisarla! En cierto modo no quiero borrar aquel recuerdo de playa solitaria, con las dunas intactas y sin huellas en la arena, solo las gaviotas y las olas...¡una belleza!

Del otoño, que decirte, es mi estación preferida, ya lo comenté en mis posts varias veces.Mi última página habla del savor y el color de la Ribeira Sacra...

Tus poemas siempre reflejan un alma sensible. Me gustó.

Un afectuoso saludo.